Thursday, November 10, 2005

Temporada de fantasmas

Otro muerto en mi agenda . Otro cadáver de códigos postales, direcciones y teléfonos. Otra defunción de provincias, paisajes y nombres, de acentos y caras, de ojos y lugares; de miserias guardadas en el bolsillo trasero del pantalón.
Así te entierro: vivo, respirando aún por el recuerdo empecinado en revivirte a pesar del alivio doloroso que comienza a caminar a tu costado para alejarse; como un perro, al que no le dicen nada pero le quitan la comida, el agua, el techo y sabe entonces, un día -por la sed, por el hambre, por la intemperie- que debe irse.

Cuando dé la vuelta a aquella esquina estaré lejos, voy a poder mirar la colección de tus datos personales sin que esta serpiente se revuelva en un vértigo insano por mi estómago hasta morder el corazón con este ardor imposible de sus dientes imposibles. (Las serpientes de los corazones y los corazones de serpientes, estos
estúpidos silogismos que me llevan al mismo punto de partida. El que no existe.)

Me había jurado no ser dramática, pero soy así, trágica cuando pienso -o quizás lo sea siempre-, cursi a veces, poeticamente torpe. Pasa que el hueco en las palabras retumba V A C Í O en una música sin voces, ni timbres, sin tonos, porque ya no queda nada. Ni la angustia, ni las ganas.

Como a todo lo muerto, palada tras palada, repito:
Aquí yace el minúsculo lunar de tu mentón.
Aquí yace el tatuaje de tu tobillo.
Y aquí los secretos paranormales que me contabas lejos de la cama.
Aquí la vuelta de Saturno y sus consecuencias.
Aquí las calles de las ciudades que pisamos, el café y las medialunas.
Aquì yacen tus palabras hirientes
Aquí los colectivos, las terminales, las esperas y los desesperos.
Aquí las cosas que no habría probado sin ti.
Aqui yacen tus mentiras
Aquí, yacen tus ojos.


Eludiendo la mentira, las hipótesis y las improbables proyecciones y aunque en cuestión de amores no debería hacerse un balance entre el debe y el haber,-más pareciendo que tu no te quedaste con nada- puedo decir que, hablando de bienes y útiles, has logrado que yo me ame más, de forma tragicómica

Supongamos entonces que me queda un saldo dudosamente positivo a cambio del olvido.

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