Porque fuimos,
nos encontramos.
Porque había
lo que siempre hubo.
Porque siempre estuvimos
en dónde nunca miramos.
Y las almas ven
lo que no pueden
los ojos.
Porque sentimos,
nos refugiamos.
Porque existía
lo que existe ahora.
Porque ahora estamos
hacia dónde miremos.
Y los corazones
no miran;
laten...
Porque los puñales
vienen de adentro.
Porque nos atraviezan
sin dejar rastro.
Porque la sangre fluye
por las venas muertas.
Y la muerte nos espera
en cualquier esquina;
sangrando...
Porque nos enjuician
los labios secos.
Porque el agua seca
a los grandes desiertos.
Porque tenemos sed
de estar juntos.
Y la justicia
en el amor no juzga;
condena...
Monday, April 30, 2007
Saturday, April 21, 2007
Es tiempo de llorar
Es tiempo de llorar,... introspectívamente,
en silencio descargar las penas
y vivir desde ya con la esperanza de llegar
a ser,
un recuerdo tangíble, corto y perezoso
en el haber de los megalómanos, los
prepotentes, los envidiosos, los que
no me quisieron bién
y de los que me amaron peor.
en silencio descargar las penas
y vivir desde ya con la esperanza de llegar
a ser,
un recuerdo tangíble, corto y perezoso
en el haber de los megalómanos, los
prepotentes, los envidiosos, los que
no me quisieron bién
y de los que me amaron peor.
Tuesday, April 10, 2007
Ailoviu
El por qué aquí ya no sirve.
No sirve la conciencia temporal,
ni las palabras expectantes que sueñan su nombre.
No hay esencia alguna en el recuerdo,
esa materia que a nadie escucha y a todos vale.
No trascenderá la propia historia
a los testigos inmóviles que nos acompañaron.
No hay enigmas, sólo transcurrir banal,
terco viaje entre fantasmas que no dicen nada.
Y es que somos tierra en silencio,
el indefenso tacto de la ropa gastada,
el rostro sepia —humilde y asustado— del colegial
en esa foto de promoción.
Absurdos más que imperfectos,
en esa forma deslumbrante en la que
parecemos ser otros.
Y en otra geometría un pecho dormido
quieto y lejano como un ave
en su pequeña casa de la muerte.
No sirve la conciencia temporal,
ni las palabras expectantes que sueñan su nombre.
No hay esencia alguna en el recuerdo,
esa materia que a nadie escucha y a todos vale.
No trascenderá la propia historia
a los testigos inmóviles que nos acompañaron.
No hay enigmas, sólo transcurrir banal,
terco viaje entre fantasmas que no dicen nada.
Y es que somos tierra en silencio,
el indefenso tacto de la ropa gastada,
el rostro sepia —humilde y asustado— del colegial
en esa foto de promoción.
Absurdos más que imperfectos,
en esa forma deslumbrante en la que
parecemos ser otros.
Y en otra geometría un pecho dormido
quieto y lejano como un ave
en su pequeña casa de la muerte.
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